martes, 27 de mayo de 2008

T A N D I L


Si debo elegir un viaje, lo primero que se viene a mi mente es Tandil.
Tandil no es, para mí, un centro turístico ni nada que se le asemeje. Tandil es jugar a vivir tranquilo, es disfrutar tanto del día como de la noche, es ponerle otro significado a la rutina, es desconectarse de la ciudad y contemplar la propia paz que allí se vive.
Tandil es en el lugar que pienso cuando el estrés, la locura, el desenfreno y el egoísmo de la ciudad colman mi cabeza. Basta con sólo cerrar los ojos y pensar en la armonía de las sierras, en el agrado de la gente, en la solidaridad del pueblo y en la perfección de la naturaleza.
Tandil, repito, es jugar a vivir y valorar las oportunidades y las cosas que la rutina de la ciudad le quita a nuestros ojos. Es sentir el placer de un ave cantando, es gozar del aroma de los eucaliptos que abundan las calles, es disfrutar del placer sin límites ni barreras.
Tandil, provoca la contradicción de ser tan pequeño y a la vez ofrecer mucho más que una simple ciudad.

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